miércoles, 31 de agosto de 2011

Érase un verano de mierda

Ahora que acaba el mes de agosto me he puesto a hacer balance del verano y no se me ocurre otra forma de calificarlo que vaya mierda de verano.

Empezó con la ruptura con ÉL, aunque ahora vamos poco a poco acercando posturas y quién sabe si pronto volverá a ser mi ÉL de siempre.

Siguió con unas vacaciones en las que me quedé aquí en Madrid y me aburrí como una ostra, porque no tenía planes de ningún tipo.

El único plan de "viaje" fue ir unos días a Santander y en esos días casi no vi el sol, así que solo he ido a la playa una tarde en todo el verano.

Después sufrí muy de cerca la visita del Papa y sus ultras a nuestra ciudad, porque vivo bastante cerca de Cuatro Vientos, pero eso lo dejo para dedicarle un post enterito.

Y así, para rematar el verano, me han dado una mala noticia laboral. Desde hace unas semanas sabemos que ascienden a mi jefe, que se pasa a mejor vida. No digo que se vaya a morir, sino que va a dejar esto de la informática y seguro que eso es una vida mucho mejor.

Mi jefe me había elegido para sustituirle y me había dicho que lo diera por hecho, por lo que yo estaba lleno de ilusiones porque eso supondría que por fin la gran empresa para la que trabajo me contrataría y dejaría para siempre el mundo de la consultoria-subcontratación ilegal.

Pues resulta que el jefe de mi jefe tenía otros planes para ese puesto, por lo que yo me quedo como estoy y mi nueva jefa va a ser una compañera que ni siquiera estaba en nuestro departamento, cuyas funciones estaban bastante por debajo de las mías y que no tiene ni idea de lo que hacemos nosotros.

De cualquier manera, me alegro por ella, creo que se merece ascender porque es muy curranta, pero creo que debería ascender dentro de su departamento, que pronto va a tener otra vacante y no entrando en otro departamento del que no tiene ni idea. En fin, el que la ha nombrado sabrá lo que hace.

Además, mi jefe me ha dicho que por lo que ha podido leer entre líneas de su jefe, que me haga a la idea de que ni voy a entrar en la compañía ahora, ni entraré nunca, porque mi perfil dicen que es demasiado técnico (como si eso fuese malo en el sector informático), así que me ha recomendado que si quiero prosperar, me vaya buscando otros horizontes.

Esta ha sido la puntilla a este verano, aunque todavía no ha terminado y puede que haya otras sorpresas esperándome, a cada cual peor.

Ahora mismo tengo la sensación de que he desperdiciado estos 6 años que pronto voy a cumplir en esta empresa, haciendo todos los sobreesfuerzos que siempre me han pedido, sin poner nunca una mala cara, con la única esperanza de que algún día me fichasen. Iluso de mí.

Y por no acabar este post con mal sabor de boca, tengo que decir que menos mal que por lo menos me queda la ilusión de que la relación con ÉL se vaya recuperando de este traspiés.

Ah y una última cosa, si os preguntáis el por qué de mi ausencia durante estas semanas, supongo que por mi estado de ánimo y porque estoy dedicando la mayor parte del tiempo a recuperar nuestra relación. Espero volver a postear a diario y volver a comentar en vuestros blogs, que eso sí, sigo leyendo regularmente.

viernes, 12 de agosto de 2011

Érase un nominado

Mañana es un día importante. Mañana vence el plazo que nos dimos en nuestra pausa sentimental para decidir si tiramos p'alante o por la borda nuestra relación.
La verdad es que la última palabra la tiene él, porque yo lo tengo claro. Me siento como los nominados de cualquier reality de la tele, esperando a que llegue la gala semanal, para conocer la decisión del público.

En borradores tengo dos cartas escritas, para cada uno de los finales posibles. No sé si las publicaré por aquí, si se las enviaré a él, si haré las dos cosas o ninguna de ellas.

Tengo claro que una se quedará ahí para siempre (o hasta que blogger lo permita) para recordarme lo que pudo haber pasado y no pasó. Lo que no sé es cuál de las dos será.

Hace ya tiempo que le dije que si quería podía leer mi blog, porque total, tampoco tengo nada que ocultar. Si en su día le pedí que no me leyera, era porque pretendía utilizar esto para desahogarme, pero precisamente, si cuento por aquí mis pensamientos más profundos, quien mejor que él para leerlos.

El caso es que no sé si se pasa por aquí o si pasa de esto o si pasa de mí, ya que llevamos unos días sin hablar, meditando la decisión final. Por si se deja caer por esta página, no quiero poner nada que le pueda influenciar, así que mejor dejo de escribir ya.

Como en los mejores culebrones: Mañana el desenlace final.

jueves, 11 de agosto de 2011

Érase unos compañeros de trabajo

Mis compañeros de trabajo son unos viejunos (de media nos separan 10-15 años, así que todavía podría ser peor) y además bastante pijillos y de derechas (que son dos cosas que tampoco tienen por qué ir unidas, pero en este caso sí que se dan).

Otro factor que nos diferencia (aunque ellos lo desconocen) es que yo soy gay y ellos heteros, pero esto debe ser lo más habitual en cualquier puesto de trabajo, a excepción de algunas profesiones (peluquero, modisto, decorador...) algunas zonas geográficas (Chueca) o algunas empresas (Telecinco).

Estos 10-15 años que nos separan, son unos años importantes, ya que ellos están casados o casándose y con hijos o intentándolo, por lo que supongo que nuestras vidas son bastante diferentes.

Nunca solemos hacer planes a la salida del trabajo, más que nada porque trabajamos en medio de ninguna parte y para ir a tomarse unas cañas a cualquier sitio ya hay que coger el coche y eso, al salir del trabajo, da pereza.

Tampoco se suelen organizar quedadas en fines de semana, antes se organizaban algunas, como la típica cena de navidad (de la que yo normalmente trataba de poner alguna excusa para no ir), pero ya ni eso.

Sí que hay distintos grupos de gente con aficiones comunes que quedan para practicarlas: póker, patinaje, pádel, baloncesto, putas,... pero yo tampoco me veo en ninguno de ellos.

Aunque eso está cambiando últimamente, ya que el hecho de estar en agosto en Madrid, más colgado que un farolillo me está haciendo apuntarme a hacer cosas con algunos de ellos (y no penséis mal, que ya he dicho que son heteros).

Por el momento, llevo dos días quedando con varios compañeros para ir a patinar a un polideportivo cercano y otro día alguien propuso ir a ¿jugar? al paintball y me apunté sin pensarlo, cosa que en otros momentos de mi vida no creo que hubiese hecho, pero como digo, estoy en plan de apuntarme a un bombardeo, para tratar de salir de mi soledad habitual.

Últimamente se está hablando mucho de rutas de bici, así que no descarto que un día de estos alguien proponga quedar para darle a eso de los pedales y supongo que también me apuntaré.

También me he inscrito en un curso para perfeccionar eso que yo hago y que no se puede llamar patinar (le tomo prestada la frase a Z), que empezará en septiembre en el polideportivo municipal (aunque de gestión privada) de mi barrio y vistos los maromos que entraban y salían del centro mientras yo estaba con el papeleo de la inscripción, me habría apuntado a todas las actividades e incluso me habría quedado a vivir en el vestuario. Aunque durante el curso me voy a tener que contener, porque también viene otro compañero de trabajo con su mujer.

El objetivo de todo esto: conocer gente, dejar atrás la soledad que a veces siento, divertirme y hacer deporte. ¿Se os ocurre alguna otra actividad para conseguir estos objetivos? Y que no sea el sexo con desconocidos, que os veo venir y eso ya me aburre.

martes, 9 de agosto de 2011

Érase un defecto

Hoy voy a escribir sobre uno de mis múltiples defectos: tiendo a prejuzgar a la gente.

No sé si le pasará a todo el mundo, pero cada vez que conozco a alguien, ya sea cara a cara, por teléfono, por internet,... desde el principio, a partir de las 4 primeras palabras que cruce con esa persona o de su apariencia o de las vibraciones que me transmita o de yo que sé qué, me empiezo a montar mi propia película sobre cómo creo que es esa persona.

Por supuesto, casi nunca acierto. Unas veces (las menos) me hago a la idea de que estoy ante una bellísima persona y después resulta que es la mismísima reencarnación de Belcebú y normalmente pienso mal de todo el mundo y luego, en muchas ocasiones, me toca tragarme mis propios pensamientos, o palabras, si lo he comentado con alguien.

Hay gente con la que te encuentras y te transmite una paz interior y un buen rollo tremendos y otros con los que nada más estrecharles la mano ya estás deseando perderlos de vista.

También soy consciente de que el resto de la gente puede hacer lo mismo conmigo y muchas veces me han dicho que las primeras impresiones que transmito son de ser una persona seria, aburrida y borde. A estas alturas no voy a ser yo quien diga si es verdad que soy así o no, pero normalmente cuando me hablan de esa primera impresión que causo es para decirme que luego no soy así del todo.

Igual que admito tener prejuicios con casi todo el mundo, tengo que decir que suelo conceder a todos el beneficio de la duda y, en este caso, la posibilidad de que me muestren cómo son en realidad y hacerme cambiar la opinión que tenía sobre ellos.

¿A qué viene todo esto? Pues a que creo que también estoy cambiando en esto y no me gusta. Hace un tiempo conocí a una persona a través del cable este que nos tiene a todos conectados. La primera impresión fue genial y día a día mi opinión sobre esta persona fue cambiando a peor. Además estos cambios fueron sin razón aparente, porque apenas intercambiamos unas frases de vez en cuando. Así que otra vez supongo que son los prejuicios y la película que me formo en mi cabezota.

¿Por qué digo que estoy cambiando? Recientemente he tenido la oportunidad de poder conocer en carne y hueso a esta persona y he preferido no hacerlo. Nunca he tenido problemas en pasar de la vida virtual a la real. Así empecé con mi amigo A, así he conocido en persona a muchos blogeros e incluso a unos cuantos rolletes del pasado. Pero en esta ocasión, mi sexto sentido me ha dicho que mejor mantenerme alejado y eso es lo que he hecho. ¿Habré acertado?

miércoles, 3 de agosto de 2011

Érase una pausa sentimental

Hay que ver lo mucho que me cuesta ponerme a escribir. La verdad es que últimamente sólo tengo una cosa en la cabeza y no quiero escribir mucho, porque acabaría haciéndolo todos los dias sobre el mismo asunto y no quiero aburriros (más de lo que lo hago habitualmente) ni rayarme yo (más de lo que ya lo hago).

El tema, como podréis suponer es el de mi reciente ruptura sentimental.
Cuando abrí este blog, uno de los propósitos era desahogarme contando por aquí mis problemas y, de paso, ahorrarme lo que cobra un psicólogo por escuchar los traumas ajenos, así que hoy voy a hacer un poco de terapia por aquí.

Aunque quien dijo la última palabra fue él, la ruptura se puede decir que fue de mutuo acuerdo, porque ambos creíamos que las cosas no marchaban todo lo bien que deberían.

Ahora soy consciente de que en mi interior me lo tomé como una pausa, para coger fuerzas, cambiar algunas cosas por parte de cada uno y volver a estar mejor incluso que durante estos 5 años.

El problema es que en el primer momento no lo tenía tan claro y por lo tanto me dediqué a disfrutar de la recién recuperada soltería y a llevarme por delante a todos los tíos que se me pusieron a tiro. Pero sin buscar nada más en ellos, porque en mi subconsciente suponía que la vuelta sería cosa de tiempo.

En este tiempo, hemos seguido viéndonos como amigos, mejor dicho, como amigos con derecho a roce, por lo que tampoco ha habido el tiempo de duelo necesario. Por el hecho de ser amigos, yo le contaba a él mis escarceos y eso removió algo en su interior e hizo que quisiera volver conmigo.

Como yo estaba disfrutando la vida, le daba largas diciéndole que todavía no había pasado el tiempo suficiente y que si volvíamos íbamos a estar igual que antes.

El problema vino cuando de tanto darle largas, él aprovechó un viaje a una ciudad del levante con mar para liarse con otro y claro, a la vuelta fue lo primero que me contó. En ese momento, por primera vez en la vida sentí lo que son los celos, ya que nunca había experimentado nada así, supongo que porque nunca había querido a nadie como a él y porque nunca me había dado motivos.

Así que las tornas se cambiaron y ahora soy yo el que quiere volver y es él quien está dispuesto a vivir nuevas aventuras. La verdad es que la historia se repite, porque en nuestras anteriores rupturas ha pasado lo mismo, aunque sin llegar a los extremos a los que estamos llegando ahora.

De momento esta semana la estamos pasando juntos, como en los viejos tiempos, ya que se está quedando a dormir en mi casa y yo estoy haciendo todo lo posible por volver a enamorarle. Veremos como acaba la historia.